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El verano es un tiempo difícil para las parejas con problemas. La intensa convivencia durante 24 horas al día durante un mes completo nos pone a todos a prueba. Los niños nos rodean; las familias políticas, suegra y cuñados incluidos, también nos rodean, los espacios no son nuestro entorno habitual; los planes paradisiacos ansiados durante el año no se pudieron cumplir; esperábamos un descanso que se convierte en una «carga extra» en la relación. No hay donde esconderse, no hay excusas, no hay una jornada laboral de por medio. Y él o ella están ahí, machacando una y otra vez con esa conducta que nos desespera, no hay manera de tomarse un respiro. Un alto porcentaje de los divorcios se deciden en los periodos vacacionales, y se ejecutan con «la vuelta al cole».

Nos guste o no, nuestras relaciones terminan. Esto es una realidad a la que nuestra generación se ha adaptado a lo largo de las últimas tres décadas, desde que allá el año 1981 se aprobase nuestra primera Ley del Divorcio en España.

Hoy en día el final de una relación no es cuestión de culpables, no es necesario demostrar ni justificar ante nadie cuál es la razón o la causa del fin de una relación o de un matrimonio. Se acabaron las pesadillas de explicar ante un juzgado qué llevó a una pareja a tomar la decisión de dar por finalizada su convivencia. Los procesos de divorcio y asimilados en ningún caso precisan dar ningún tipo e explicación, tampoco necesitan la conformidad del otro cónyuge. La decisión de uno de los miembros de la páreja es más que suficiente, y no tendrá que explicar nunca las razones que le lleváron a tomar su decisión.

A veces las parejas se van consumiendo, se van desgastando poco a poco, a veces de pronto, casi sin encontrarle una explicación las parejas saltan por los aires.

Lo que antes era maravilloso se vuelve amargo, ahora todo incomoda, los chistes no tienen ninguna gracia, cualquier gesto de la pareja resulta incómodo y dejamos de entender los comportamientos. Algo ha cambiado, alguien ha cambiado, todo a cambiado, muchas veces nos plantearemos si ha sido nuestra pareja quien ha cambiado o si hemos sido nosotros, realmente da igual.

En las crisis de pareja, cuando el divorcio llama a la puerta es indiferente qué ha pasado o quién es el responsable, lo importante en ese momentos es el camino de salida, y la estrategia para afrontar esa salida. Nos encontramos ante el momento crítico: cómo se sale de la relación de pareja? Cuál es el primer paso? Como hacerlo más llevadero, menos perjudicial para nosotros y para nuestro entorno?  A quién se lo cuento? Cómo contarlo? Cuándo contarlo?

Aparece un sentimiento de frustración, de no haber sido capaz e conseguir el sueño romántico del matrimonio «para toda la vida», y a su vez nace una sensación de liberación, de aproximación a la libertad, casi una necesidad de avanzar hacia un nuevo estado personal. Nacen dudas, grandes dudas ante la decisión que está madurando en nuestras cabezas, pero a la vez esas dudas vienen ácompañadas de preguntás de por qué no lo habré hecho antes? Por qué he soportado durante tanto tiempo está situación?

Hemos cambiado o somos la misma persona que fuimos antes de arrancar la relación de pareja que ahora termina? Po qué lo que funcionó antes no nos hace felices ya? Por qué ahora solo nos sentimos cumpliendo un papel? Por qué nuestra relación es ahora una mera formalidad? Preguntas y más preguntas martillean en estos momentos nuestra mente, realmente muchas de ellas jamás tendrán una respuesta, ni siquiera será necesaria la respuesta…

Buscamos una salida razonable o no, lo único que resuelve nuestras dudas es poner fin a lo que no funciona y seguir nuestra vida adelante. Ya no creemos que exista otra solución, ya hemos buscado otras soluciones que no han funcionado, ya hemos dado a nuestra pareja oportunidades para no llegar hasta este punto. Incluso nosotros mismos hemos hecho intentos en vano por cambiar nuestros hábitos o nuestras formas de entender esta relación que ahora termina.

Nada ha funcionado, nada puede ya funcionar, y no creemos que sea bueno para nadie persistir en una situación que nos está limitando, incluso oprimiendo, a veces asfixiando. Ya no vamos a aceptar más una situación que frena nuestro propio control de nuestra vida, de nuestra felicidad, de nuestro desarrollo personal. Hemos pensado en las consecuencias de la ruptura para nuestros hijos, pero tenemos claro que continuar en esta situación es más perjudicial para ellos, están creciendo en un entorno familiar en grave y continuada  crisis, con enfrentamientos constantes, sabemos que eso no les puede beneficiar en su desarrollo.

De esta decisión derivan múltiples consecuencias, esto es un post sobre Derecho de Familia, nos preocupa aquí el alcance legal de la situación que estamos abordando: consecuencias jurídicas personales y patrimoniales. Cuando hay niños, las consecuencias pueden ser a veces emocionalmente delicadas, económicamente costosas, las decisiones difíciles de tomar, las obligaciones legales desconocidas, los ámbitos de libertad difusos.

No importa si usted está casado o no, la manutención de los hijos y la custodia legal funciona exactamente igual para los solteros como para los que tienen un certificado de matrimonio, se haya casado usted por la iglesia o por el ayuntamiento.

Un montón de importantes decisiones le esperan, la mayoría le afectarán durante décadas si tiene usted hijos pequeños. No son cuestiones sencillas ni de poca trascendencia.

En el siglo XXI la rupturas de pareja son una cuestión socialmente asumida. Quedan atrás ciertas situaciones incómodas e incluso discriminatorias ante las distintas realidades derivadas de la ruptura de la pareja. Las realidades derivadas de la ruptura son varió pintas, cada uno se adapta a su nueva realidad a su manera. Y la vida sigue, normalmente va a mejor tras superar las zozobras tormentosas de las  distintas fases de crisis previas a la ruptura.

La revolución social que impulsó esta nueva realidad en nuestra sociedad también estimuló los cambios en el derecho de familia que nos permiten disolver esas relaciones cuando sentimos que ha llegado este momento. Nuestro ordenamiento jurídico está preparado para dar respuestas a sus preguntas y protección y seguridad jurídica llegado este momento.

Una curiosidad: una vez que personas de tu entorno próximo comienzan a divorciarse, se es más propenso a pensar en ello y a tomar decisiones al respecto, parece que sea contagioso. Es por eso que los divorcios vienen en grupos dentro de las comunidades. Una persona de cada club de padle de la mujer anuncia que se está divorciando de su marido, y antes de que usted lo sepa, dos más han hecho lo mismo. Alguien en la multitud de la oficina se divorcia y muy pronto un par de personas más han seguido su ejemplo. Una vez que una persona de un círculo se divorcia Todo el grupo ve que es posible, que es posible que alguien como usted pueda tomar la decisión, y puede comprobar que la vida de esa persona continúa. No es tan «difícil», se convierte en algo que se siente que puede hacer. Uno simplemente siente que ha llegado el momento.

Ha llegado su momento?

No lo dudes busca un abogado, el mejor abogado que puedas, y cuéntale que has decidido poner punto y final a tu matrimonio, o a tu relación como pareja de hecho, y asesórate adecuadamente de las estrategias, momentos y pasos a seguir. Recibir un adecuado asesorámiento profesional desde un primer momento te evitará muchas sorpresas y muchos disgustos.

En Carrión y Asociados trabajamos en toda España desde 1992 dando respuestas y soluciones legales personalizadas en Derecho de Familia. Si crees que podemos ayudarte ven a visitarnos.

Puedes localizarnos en http://www.cyafamilia.com